La psoriasis es una enfermedad inflamatoria crónica que afecta a la piel y es de origen desconocido. Aunque todavía no se conoce una cura definitiva, puede ser tratada con éxito en la mayor parte de los casos.
Su origen es autoinmune y se desarrolla a causa de una alteración del sistema inmune del organismo que, en vez de combatir las agresiones externas, provoca la multiplicación de las células de la piel a una velocidad anormalmente alta, acumulándose en la superficie. Esto origina ciertas lesiones en la piel características de la psoriasis, que pueden producir molestias como picor, dolor o sangrado. De cara a la sociedad, el impacto físico de estas lesiones puede provocar una reacción negativa que puede acabar afectando emocionalmente a quienes la padecen.
Sin embargo, es importante destacar que la psoriasis no es contagiosa, aunque puede ser hereditaria.
Como otras enfermedades inflamatorias, la psoriasis evoluciona de muchas formas clínicas con remisiones y recaídas. De hecho, a lo largo de la vida, puede haber largos periodos en los que el paciente apenas la note, y estar activa solo durante unos meses.
La psoriasis puede afectar a cualquier zona de la piel del cuerpo, aunque hay zonas en las que es más propensa como el pecho, la espalda, las uñas, el cuero cabelludo, las orejas, los codos, las rodillas y zona perineal.
La psoriasis más frecuente y que se suele diagnosticar antes de los 40 años se suele denominar de tipo I y la más tardía de tipo II.
La psoriasis es una enfermedad bastante frecuente, se calcula que afecta entre el 2% y el 3% de la población, lo que se traduce en casi 125 millones de personas con esta enfermedad, en el mundo.
En Dermatología, la psoriasis supone entre el 3% y el 10% de las consultas. Por sexo, el 55% de los pacientes son varones frente al 45% de mujeres; y la media de edad de diagnóstico son los 28 años.
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